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Oficio de Tinieblas
El cazador (cuarta entrega)

El cazador (cuarta entrega) 245649

11/5/2025 · 05:52
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Oficio de Tinieblas

Descripción de El cazador (cuarta entrega) c86e

El cazador espera, aguarda la llegada de su presa, de su invitada. Ambos tienen la certeza de que el juego puede tocar a su fin esta madrugada. Cuarta entrega del serial basado en "La flaqueza del cazador", relato publicado en 2021 en la antología "Proyecto Stoker" de la editorial Anima Ignis. q5b1k

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

La caza continúa en el oficio de tinieblas.

El último toque de medianoche le devolvió a este mundo.

Recolocó el cuerpo en el sillón sin soltarle el alma que descansaba sobre sus rodillas.

La vieja espada de su regimiento.

Un sencillo diseño que, a pesar de los años, nunca dejaría de ser su mejor amiga y compañera fiel de mil guardias.

Quizás hubiese armas más efectivas para la amenaza que enfrentaba.

Pero era hombre de costumbres y aquella hoja, más que un instrumento, era casi una prolongación de su propio cuerpo.

El destello de un rayo solitario iluminó su alcoba.

Pequeña y pucra. Sin más ornamentos de los necesarios.

Aguamanil, un pequeño armario y un lecho estrecho e incómodo.

Sus labios dibujaron una mala sonrisa.

Una parte de él le había rezado para que no viniese.

Para que ni siquiera hubiese leído su carta.

O mejor aún, que la hubiese quemado con una risa de desprecio.

Un nuevo relámpago le reveló una forma oscura agazapada bajo la lluvia tras el cristal.

Suspiró mientras incorporaba sin dejar la espada.

Sin miedo en sus movimientos.

Paró frente a la ventana, el arma acostada.

Sosteniendo sin achantarse la mirada de dos ojos plateados.

Casi suplicantes.

—No eres bienvenida. Esta es mi morada.

¿Acaso sonreía? Pobre insensata que no viviría para ver de nuevo la luna alzarse en el cielo.

—No eres bienvenida.

Replició sin remordimiento.

Y sin embargo, le pareció dolorosamente delicada y frágil bajo la tormenta.

Solo tenía que abrir los postigos y permitirle aguarecerse.

Ya hablarían después.

El mapa de su cuerpo no le era ajeno y le constaba que el frío nunca abandonaba su piel.

Ni siquiera durante las noches de verano.

¿Cómo debía estar padeciendo ahí fuera? Sola.

Tan sola como él.

Con un ruñido y una maldición, el caballero despejó su mente y alzó, desafiante, su filo frente a la noche.

—Acabemos con esto por caridad.

El cristal chilló bajo la caricia de las uñas de la dama.

Un sonido hiriente, casi de criatura viva.

Él se acercó sin soltar el acero hasta rozar el vidrio.

A pesar de la oscuridad, entrevió su rostro, anguloso y pálido.

De brillantes ojos del color de un rayo de luna.

La lluvia había deslucido su tocado.

Y el oscuro cabello se pegaba, pisado, a sus mejillas afiladas.

Y una sonrisa.

Una maladada sonrisa blanca.

Más animal que humana.

Manchada con los restos de sangre que anguardaba en las comisuras de la boca.

El caballero apretó el puño alrededor de la cazueleta.

Buscando algo tangible.

Algo que le mantuviese aún atado a este mundo.

Sabedor de que bastaba una palabra.

Más poderosa que el sortilegio más potente para vencerle.

Los labios de la dama formaron un nombre.

No había pasión en esos ojos que lucían con un fuego argentado.

Tampoco promesas insensatas.

Sólo la mirada confiada y tierna de una esposa.

La muñeca que sostenía el alma tembló un instante.

Menos de un segundo.

A ella le bastó eso.

¿Entrá vida mía? ¿Nublada la razón? El hombre abrió el vestido con la mano libre.

El agua de lluvia empapó la manga de la esposa.

El agua de lluvia empapó la manga de la camisa.

El frío le devolvió la cordura.

Murmurando una oración volvió a cerrar la ventana.

Se limpió los ojos con el dorso de la mano.

Enfocando hacia la neblura exterior.

Una vez más había huido de él.

Iniciando el juego de nuevo.

Sollozando como un niño maldijo su nombre.

Se maldijo por amarla hasta el punto de saberlo.

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