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Oficio de Tinieblas
El cazador (primera entrega)

El cazador (primera entrega) 654b59

21/4/2025 · 04:41
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Oficio de Tinieblas

Descripción de El cazador (primera entrega) 4v5x63

Cae la tarde y, a la luz de un crepúsculo madrileño, el cazador se prepara para salir en busca de su presa más codiciada, un nombre de mujer que es mucho más que un nombre; un nombre que una vez fue vida y hoy es condena. Bienvenidos a este nuevo Oficio... Primera entrega del serial basado en "La flaqueza del cazador", relato publicado en 2021 en la antología "Proyecto Stoker" de la editorial Anima Ignis. 3v4c58

Lee el podcast de El cazador (primera entrega)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

La caza acaba de comenzar en el oficio de tinieblas.

El cazador. Madrid, marzo de 1884.

Tocaba en los cuartos de las doce en una iglesia cercana, al tiempo que el habano se extinguía con un último pulso de luz que, por un segundo, iluminó el rostro del caballero, perfilando un bigote puramente arrecoltado y el gesto grave de quien ha visto demasiado.

Observó el mundo que se intuía tras el cristal de la ventana, Madrid, tan bella como siniestra en una noche sin luna y lluvia de tormenta, presaje de la cercana primavera.

Mañoraría esa ciudad cuando todo hubiese terminado, itió, a pesar de la oscuridad que se escondía bajo esa luz única, capaz de procurar disfraz a los peores demonios.

Era su última noche en la villa y corte y, si Dios mantenía firme su mano y su voluntad, quizás también en este mundo.

Después de tantos años ya sólo anhelaba el perdón, el perdón para ambos.

El alma dolía de tan sólo pensar en ella, quien lo había sido todo, su vida, su muerte, su condena.

Esa criatura le había costado hacienda y fortuna, honor y reputación, y temía perder el poco juicio que le quedaba si no mandaba a ese demonio al infierno.

Había llegado a Madrid cuatro días antes, atraído por el titular de una gaceta vespertina.

Crimen en el canal. Dos niños aparecen degollados cerca del manzanares.

Se hablaba de algunos aristócratas necesitados de sangre de niño, de sacamantecas capaces de proveer un tomilagroso.

Mil cosas que, después de todo, eran brutales pero terrenales.

Mas él, perro viejo, olía al rastro de la muerte.

Quizás se tratase tan sólo de una malada coincidencia.

No habría sido la primera vez tras décadas de caza incansable.

En Valladolid hubiese bastado un minuto más para atraparla.

Aún recordaba el tazo de su vestido al deshidrarse con la fluidez del mercurio entre sus dedos.

Años más tarde la supo en Zaragoza, bajo la protección de un condo y marques.

No recordaba, hechizado como tantos otros, por su rostro de niña y su belleza fría y serena.

El desgraciado amante había aparecido, tuberculoso, por supuesto, apenas un par de días antes de su llegada.

Con su cada vez más menguada bolsa se procuró alojamiento en un hostal discreto, al final de la calle de Toledo, cercana a la Plaza Mayor.

Durante tres días había ojeado los periódicos vespertinos con interés, dividiendo su búsqueda entre los sucesos más escabrosos y las crónicas sociales más brillantes.

Un título, una descripción, le bastaría.

Al tercer día, las letras que formaban su nombre, ese nombre que pronunciase una vez con devoción de creyente, apareció ante sus ojos.

Dolía. Y que Dios le perdonase, le complacía al tiempo el solo detalle de saberla un día más sobre esta tierra.

Honestamente, no la habría creído tan usada.

Asentarse en Madrid, usando título y nombre propio, se le antojaba una jugada insensata.

La nobleza se movía en círculos reducidos y, quizás, alguien en la capital hubiese escuchado la historia de la desechada Condesa de Barbas, quemada viva tiempo atrás, en su propia casa, por la turba que la acusaba de brujería y de cosas peores.

Desgracia que había conducido a su esposo a la bebida y a la locura.

Desgracia que había conducido a su esposo a la bebida y a la locura.

Cosas peores, se dijo, arrancando rabioso el pedazo de papel.

La caza acaba de comenzar. Te espero el próximo martes en el oficio de tinieblas.

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