El deseo inalcanzable )II( 1s145w

El sendero está abierto, donde camina el vagabundo olvidado con su jaula de tiempo.

Tras la montaña va una tierra hacia las nubes ensangrentada.

Muy buenas noches, escuchantes, y bienvenidos al pasadizo.

Un paseo poco transitado que pueda despertar en la mente una reflexión nueva.

Quizás una idea más, o puede que incluso un nuevo color.

Un color que encienda una chispa que pueda brillar en la oscuridad.

Muy buenas, escuchantes.

Nos ha llegado algún aviso de cómo no habíamos subido algún episodio de estas semanas atrás.

Y básicamente, bueno, por falta de tiempo.

Así que lo que vamos a hacer en esta ocasión es, por acelerar un poco, es casi mejor subir algo.

Aunque no tenga mucha edición, pues ahí va.

Y continuamos donde lo dejamos la semana anterior, que era un poco este deseo inalcanzable de Lacan.

Ya que si en teoría iba a ser un capítulo, bueno, pues como hacemos otras veces, lo cortamos a medias.

Para que no sea una cosa demasiado larga.

Que ocurre que cuando buscamos documentación, incluso aunque sean temas que conozcamos, nos gusta ver las últimas publicaciones.

Y esto viene al caso sobre esos comentarios de, bueno, pues yo esto ya lo conocía, ¿no? Incluso nos ocurre a nosotros cuando estás buscando, te parece que ya lo sabes.

Pero precisamente en esas pequeñas sutilezas es donde están las grandes diferencias.

Porque cuando se publica un artículo científico, normalmente una de las premisas es que haya una especie de aporte, ¿no? A la ciencia o, bueno, al tema que se está tratando.

En resumen, que si uno lo escucha detenidamente, quizás no lo sabía todo tanto.

Por ejemplo, comencemos con este artículo de Julio Guillén publicado en la revista latinoamericana de psicopatología fundamental en 2024.

Hace escasos meses.

Y el título es El retorno del objeto del deseo inalcanzable.

Y hace un análisis del cuento del altar de los muertos de Henry James.

Pues bien, Freud y Lacan, entre otros autores, han recurrido a la ficción para ilustrar las estructuras psicopatológicas.

A partir de las perspectivas psicoanalíticas que en estos momentos sucedían, este artículo se centra en analizar el personaje principal del cuento.

En este caso, del altar de los muertos.

Las diferentes estrategias que emplea a lo largo de su vida, según relata el autor, sirven para evitar la confrontación con el objeto del deseo y sugieren una estructura obsesiva.

Para el protagonista, George Strangson, quien es un sujeto obsesivo, lo único que importa es asegurar la subsistencia del objeto haciéndolo intocable.

Pero ese objeto es algo más que un... no sé, et tu chaval, no te apoyes en mi coche que me lo rayas.

En este caso, el deseo se concibe como imposible, un modo de garantizar la existencia del objeto que lo suscita, en este caso.

Y esa idealización de la muerte, la inhibición del amor sensual y la ritualización de su existencia son los síntomas de una lucha personal, de un conflicto que se revela irresoluble.

De hecho, en parte, tiene que ver con ese cambio también en la sociedad.

Sobre todo cuando se habla, por ejemplo, del amor sensual.

Hoy día, en la sociedad actual, probablemente el contexto global en que las emociones lo engloban todo queda muy alejado de ese amor sensual que se ve en las pantallas hace 20 o 30 años.

Sobre todo muy, digamos, influenciado por la parte incluso sexual, cuando hace unas décadas era todo un tabú y actualmente no lo es tanto.

Por otra parte, la trama gira en la obsesión de Stranson por honrar a sus muertos y su incapacidad para superar el pasado.

Su vida gira en torno a un altar con velas dedicadas a los fallecidos que ha amado durante su vida, especialmente a su prometida, lógicamente.

Lo que refleja un apego a la memoria y una imposibilidad de avanzar emocionalmente.

Esto lo encontramos en la sociedad actual.

Supongo que ocurre en todas las sociedades, pero en mi opinión, en el momento actual, se observa con más nitidez.

Ese intento constante a retornar a esa época parece que siempre toda época pasada fue mejor.

Y ocurre que, bueno, en las artes hay quien dice que ya no se hace ni una buena película.

Sí que es verdad que yo, curiosamente, me acabo de acordar que ayer me dio por hacer una especie de revisión de una película que ni me acordaba.

Y obviamente, vista desde hoy, parece una mala película. Una mala.