
ESPECIAL SEMANA SANTA 2 JUEVES SANTO 5ad21
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Continamos el audilibro de un clásico de la literatura espiritual: "La Pasión del Señor" del padre Luis de la Palma. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/370698 j4hq
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
JUEVES SANTO Por la mañana del jueves, primer día de los panes ácimos, estando el Salvador en Betania o quizá ya camino de Jerusalén, los discípulos le preguntaron dónde le gustaría que prepararan lo necesario para preparar la Pascua.
El Salvador encargó a Pedro y a Juan de los preparativos y les dijo Adelantaos vosotros dos a Jerusalén y, al entrar, encontraréis un hombre con un cántaro de agua en la cabeza.
Seguidle hasta la casa donde vaya y al dueño le deis este recado de mi parte.
El maestro te envía a decir, el momento está muy cerca, quiero celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos y él os enseñará una sala grande amueblada, preparad allí las cosas.
Y sucedió como el Salvador les había dicho y prepararon lo necesario para la fiesta en casa de aquel hombre afortunado a quien Jesús con un recado tan amistoso pidió su casa.
Después llegó el Señor con los otros discípulos a Jerusalén y fue a casa de su amigo que le estaba esperando.
Encontraron todo preparado, el cordero, las flechugas amargas, los panes sin levadura, los bastones y las demás cosas necesarias para celebrar la Pascua.
A la hora indicada inició el Señor la ceremonia.
Sacrificaron el cordero, recibieron con su sangre el umbral de la casa y lo asaron al fuego.
Luego el Señor se calzó, se ciñó el vestido, tomó el bastón y se puso en pie junto a la mesa.
Y los apóstoles hicieron lo mismo.
Después comieron el cordero con pan sin levadura y lechuga amarga de pie y de prisa, como quien está de paso.
Los judíos hacían todo esto en recuerdo de su liberación y salida de Egipto y era también como una figura o símbolo de la liberación del pecado que habíamos de conseguir gracias a la sangre derramada por Jesucristo, nuestro Salvador.
En aquel momento, y con una gran entereza, estaba comenzando su pasión.
Terminada la ceremonia, dejaron los bastones y se sentaron a la mesa para la cena ordinaria.
Mientras comían, el Salvador, con toda su ternura, puso de manifiesto el tremendo amor que sentía por sus apóstoles, diciéndoles cuánto había deseado cenar con ellos antes de morir.
He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros antes de padecer.
El misterio que iba a suceder en aquella cena era tan grande que necesitaba para realizarse del infinito deseo del Hijo de Dios.
Les dijo también que aquella era su última cena y que ya no cenaría más con ellos hasta que se viesen juntos en el banquete del cielo, donde todo deseo se cumple.
Vosotros habéis estado conmigo y no me habéis abandonado en los momentos de prueba, por eso estaréis también conmigo cuando yo triunfe.
Yo dispongo que mi reino sea para vosotros, como mi Padre ha dispuesto que su reino sea para mí, para que os sentéis conmigo a mi mesa, y comáis, y bebáis, y luego os sentaré sobre tronos como jueces de las doce tribus de Israel.
Esto decía el Salvador a sus amigos, consolándoles porque quedaban huérfanos y les prometía una gran herencia para después de su muerte.
Judas estaba entre ellos disimulando su traición.
Y el Salvador, con su inimitable misericordia, comía a la mesa y en el mismo plato con un hombre de quien sabía que trataba de venderle y que había señalado ya el precio y que no pensaba en otra cosa sino en encontrar la ocasión oportuna para entregarle.
El Señor, para hacerle ver que sabía su secreto, que iba a morir voluntariamente, y para abrandar su corazón, se quejó.
Ciertamente os digo que uno de vosotros me va a traicionar.
Al oír esto, todos se entristecieron y se miraban unos a otros asustados y examinaban su propia conciencia por ver si había en ella algún rastro.
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