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Juana Dolores y Joan Montagut: La tiranía de los buenos

Juana Dolores y Joan Montagut: La tiranía de los buenos 127054

11/5/2025 · 12:38
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A principios de marzo de este año, irrumpía con fuerza un vídeo de Joan Serrat Montagut, periodista y activista catalán. En el vídeo en cuestión, las cámaras del Café LaVé en Mérida, Yucatán, grabaron al periodista, notablemente exaltado, causando daños al mobiliario del lugar e increpando a la camarera que atendía detrás de la barra. La cuestión no es si estaba justificado o no el comportamiento de Montagut. Lo que ocurre es que, para justificar su enfado, aludió a que él es una persona que lucha por mejorar este puto mundo y exigía respeto por ello. Meses antes, nos encontrábamos con un vídeo difundido en redes en el que la escritora y actriz Juana Dolores declaró que mataría a la influencer Rorro para luego atacarla además, señalándola como puta fea y puta nazi. Evidentemente, no podemos aventurarnos a señalar más de lo que se ve en el vídeo de Montagut primero y también debemos defender, al menos desde nuestra perspectiva, la libertad de Juana Dolores para decir lo que se le antoje, por muy deplorables que nos puedan parecer sus declaraciones.

Ahora bien, esto no es más que otro ejemplo de la deriva autoritaria de los que se erigen como salvadores de la moral, pues cuando alguien es disidente de sus ideas o piensa diferente, no se reprimen para convertirse en auténticos inquisidores y justificarse en que ellos están en el lado bueno de la historia. La tiranía del buenismo que arrebata necesariamente cualquier atisbo de bondad en el otro, reduciéndolo así a un ser maligno sin atribuciones humanas, por lo que estaría justificada cualquier persecución hacia él. Protegidos por un gobierno que nunca señala las desmesuras de los suyos, estos autoproclamados guardianes de lo bueno ven reforzados sus comportamientos y cuando llegan al límite explotan y se justifican en ser personas que luchan para construir un mundo mejor.

Un mundo en el que están dispuestos a destruir a todo el que no piense como ellos. Pero claro, si hay estados de por medio, podemos esperar lo peor. Los chivos expiatorios se crean para que el pueblo pueda señalarlos como poseedores del mal en su tiempo. Brujas, herejes, aristocracia, nobleza, burgueses, judíos, negros… todos ellos han servido como catalizador del odio a lo largo de la historia. En la actualidad, el marxismo cultural y la interseccionalidad se han erigido como movimientos sociales para frenar la opresión de las minorías. Y como ocurre cuando se santifica algo, se le atribuye un virtuosismo desmedido. En 2018 Chris Calton escribió un artículo sobre el marxismo cultural, haciendo hincapié en que el uso peyorativo de marxista cultural depende de si uno cree o no que la intolerancia violenta hacia alguien con otra conciencia es permisible éticamente.

Julio Murillo, por su parte, decía en 2022 que esta nueva izquierda identitaria es la del puño de hierro y mandíbula de cristal de Bohemia. Ese cristal de mírame y no me toques, que hago pucheros, me hago añicos y sale la arpía que los habita. Y es que asistimos a un fenómeno en el que personas que se jactan de atacar continuamente al adversario cuando son contestadas o expuestas de la misma forma que ellos lo hacen, se sumen en una vorágine de victimismo barato y justifican el ataque del contrario con que éste está contra los derechos humanos, el progreso o cualquier otra minoría conveniente de turno. Han creado un sistema en el que sólo ellos pueden hablar. Cualquier crítica se convierte automáticamente en violencia, discursos de odio o fascismo. Y eso permite combatirlo, de forma violenta y sin que nadie pueda cuestionarlo. Y éste quizá sea el peor ejemplo.

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