
Pedro Sánchez: las víctimas del cambio climático 3q6q4s
Descripción de Pedro Sánchez: las víctimas del cambio climático 70266
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Durante su comparecencia en el Congreso para explicar el apagón eléctrico que dejó a España a oscuras y en su línea habitual de convertir cualquier ápice de responsabilidad y autocrítica en una oportunidad para culpar a otro, Pedro Sánchez nos dejó una perla más para una hemeroteca a la que sigue mostrándose inmune. El presidente del gobierno, con la solemnidad y engole dramático que acostumbra, declaraba hace un par de semanas que lamentar las vidas que tristemente se perdieron por el apagón e ignorar las más de 8.000 que se pierden cada año en España como consecuencia del cambio climático, es un gran acto de cinismo.
Evidentemente, no es la primera vez que un burócrata utiliza la ciencia como dogma alarmista del fin del mundo. A lo largo de los años 70, la retórica climática iba orientada hacia un enfriamiento total del planeta que desembocaría en un apocalipsis glacial. Luego, en los años 80, la narrativa cambió hacia el calentamiento global por una supuesta crisis en torno a los gases de efecto invernadero y, en la actualidad, se habla de una alarma o apocalipsis climático que actúa como cajón desastre ideológico donde cabe cualquier catástrofe imaginable.
Pero lo que estas narrativas tienen en común es que han sido utilizadas para implantar políticas de control y expansión del poder estatal, justificándose en la ciencia como ente único e indisoluble de la verdad objetiva que nos llevará, si no tomamos acción, al colapso de la civilización, pero que siempre acaban por materializarse en más expolio y control para el ciudadano. Pero, claro, si hay estados de por medio, podemos esperar lo peor. La instrumentalización del fin del mundo para obtener rentas y control sobre la población no es algo nuevo. Hay un artículo de George Reisman llamado Minería para el próximo millón de años en el que Reisman rescata un pasaje que William Thomas Jones reproduce en el volumen 2 La mentalidad medieval de su obra Una historia sobre la filosofía occidental.
En este fragmento podemos observar cómo el fin del mundo y la alarma ante un colapso civilizacional ya comenzaba a utilizarse en el siglo III. Y es que estas narrativas nunca han buscado explicar el mundo, sino justificar quién tiene la potestad para dominarlo. Antes teológicas y hoy estatistas, las narrativas ideológicas convierten a la ciencia oficial en arma arrojadiza y hoy sus sacerdotes son burócratas con bata. La ciencia nos dice que el mundo se acabará y debemos apretarnos el cinturón y luchar contra ello. Pero el cambio climático no es más que otra personificación del fin del mundo que nunca llega.
Así, sin pestañear ni despeinarse, Pedro Sánchez nos habló del cambio climático como el que habla de un ente con intereses propios y con una hoja de ruta clara. Acabar con la humanidad si la humanidad no acaba antes con él. La cifra de las 8.000 muertes anuales por cambio climático, al igual que tantas otras supuestas víctimas de la narrativa catastrofista, no proviene de autopsias etiquetadas como muerte por cambio climático.
En concreto, esta cifra que lanzaba Sánchez proviene de un estudio estimativo publicado en Nature Medicine y promovido por el Instituto de Salud Global de Barcelona, pero volvemos a lo mismo de siempre. Este cálculo estimativo tiene un margen de interpretación muy amplio y, curiosamente, orientado a la narrativa gubernamental de turno y utilizado para impuestos verdes y ahora como ejemplo último de su uso para desviar la atención en torno al apagón que sufrimos en España y para señalar a un culpable que justifica todas las locuras y negligencias del gobierno.
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