Ojo por Ojo: Un Principio de Justicia Eterna. Vientos del Sur con Mark Schindler 622d5a

El principio del ojo por ojo ya proviene de antiguos códigos legales como el Código de Hammurabi en Babilonia, donde la justicia se veía como un equilibrio que debía restaurarse ante todo y pese a todo.

En este contexto, el castigo que recibe un ofensor debería ser equivalente al daño que había infligido.

De esta manera, se busca disuadir futuras ofensas y proporcionar un sentido de equidad a la víctima, quien podría encontrar en la retribución un medio para sanar su dolor.

Un argumento a favor de esta práctica es su capacidad para ofrecer a las víctimas un sentido de justicia.

Imaginemos una sociedad en la que, tras una agresión, no existiese un mecanismo que permitiera restablecer el equilibrio.

Estaría, sin lugar a dudas, perdida.

El dolor y el sufrimiento quedarían sin resolver, dejando a las víctimas atrapadas en un ciclo de tristeza e indignación.

Por el contrario, la retribución puede proporcionar un cierre emocional.

De principio, puede ser visto como una necesidad humana básica, un deseo inherente de equilibrio y restauración.

Para entender por qué el ojo por ojo puede y debe ser considerado válido, es vital examinar el concepto de justicia.

La justicia no es únicamente una cuestión de castigo, sino de restauración.

Cuando alguien comete una transgresión, la víctima no solo sufre gravemente un daño físico o emocional, también se enfrenta a la pérdida de su paz y su seguridad.

El principio de ojo por ojo no busca sólo devolver el daño a su autor, sino balancear una balanza que, de lo contrario, estaría desequilibrada en favor del ofensor.

La noción de que el castigo debe ser equivalente al daño causado busca también disuadir futuras ofensas y ofrecer un sentido de equidad a las víctimas.

Así se establece un marco que honra la necesidad de justicia y repara la herida emocional que la ofensa ha dejado, donde el objetivo primordial es restaurar la luz y la dignidad de la víctima.

La teoría del ojo por ojo promueve la proporcionalidad en la justicia.

En la práctica eso se traduce en que el castigo debe corresponder al daño causado.

Si entran en tu casa intentando golpearte, puedes y debes tener el convencimiento de que estás autorizado a actuar de la misma manera contra ese infractor.

Si alguien, otro ejemplo bien ilustrativo, si alguien intentó expulsarte de tu felicidad, tú serás quien, definitivamente, les expulses a ellos en el futuro.

Continúa tu camino y sé feliz. Camina firme, con convicciones férreas.

En última instancia, la teoría del ojo por ojo o diente por diente debe ser entendida como una llamada a la reflexión sobre cómo aplicamos la justicia en nuestras vidas.

Es también un recordatorio a las sombras de que cada acción trae consigo una consecuencia y que en la búsqueda de la justicia se pueden encontrar con quienes honramos el equilibrio, la proporcionalidad y el respeto.

Quienes conspiran contra seres de luz, vayan con más que cuidado, que aquí todavía existimos hombres dignos.

En conclusión, el principio ojo por ojo o diente por diente debe ser interpretado como un llamado a los que se precipitan ante acciones erróneas a pensárselo dos veces antes de mover ficha, pues cada acción tiene consecuencias ineludibles e inevitables.

Este principio refleja no sólo una antigua sabiduría, sino también una necesidad humana profunda de la reparación de las heridas causadas.