
Descripción de La Cenicienta 67406o
'La Cenicienta' es uno de los cuentos más populares entre los niños. Todo un clásico que cuenta con infinidad de versiones, aunque las más conocidas son las de Charles Perrault y la de los Hermanos Grimm. La versión de Perrault es anterior (1697), y se hizo muy popular, ya que es la que finalmente Disney llevó al cine. 152g58
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Existió una vez un hombre muy rico casado con una mujer muy bondadosa, pero la mujer murió dejándole viudo y con una joven a su cargo. Así que el hombre no tardó en casarse de nuevo. Sin embargo, la mujer con la que contrajo matrimonio, a pesar de ser hermosa, era muy cruel y malvada.
Llegó la nueva mujer de este rico comerciante a la casa con dos hijas tan malvadas como ella, que no tardaron en despojar a su nueva hermana de todos los privilegios. Decidieron que debía ser su sirvienta, así que la vistieron con harapos, la obligaron a hacer todas las tareas de la casa y le dijeron que debía dormir junto a la chimenea. De esta forma, la pobre muchacha siempre estaba manchada de hollín y sus hermanastras comenzaron a llamarla Cenicienta.
Un día un mensajero real trajo una invitación para un baile. Durante dos días el príncipe bailaría con todas las jóvenes del reino con el objetivo de buscar esposa. Las hermanastras de Cenicienta se pusieron locas de alegría. «¡Invitadas al palacio con el príncipe! ¡Oh, ya me veo entre sus brazos! El príncipe no podrá resistirse a mi belleza», dijo con fanfarronería la hermana mayor. «¡Ni lo sueñes, hermanita! Ya puedes ir saludando a la futura reina, que seré yo, sin duda. Mi elegancia supera con creces tu belleza, no tienes nada que hacer».
Mientras Cenicienta las observaba en silencio, mientras ardían deseos de que la dejaran a ella también ir a la fiesta. «¿Podré ir yo?», se atrevió a preguntar, y sus hermanastras rompieron el silencio con una terrible y sarcástica risa. «¡Era el baile, dice Cenicienta! ¡Ah! ¿Y cómo irás vestida? ¿Con tus harapos? ¡Ay, pobre niña, qué ilusa!», añadió la otra hermana. «¡Ni lo sueñes, querida! Tú tendrás que ayudarnos a vestir y a peinar, y podrás disfrutar y llenarte de orgullo cuando una de nosotras se case con el príncipe».
La pobre Cenicienta rompió a llorar y se refugió en el sótano, en donde intentó apaciguar su tristeza. El día del primer baile, las hermanastras de Cenicienta la tuvieron muy ocupada todo el día. Tenía que planchar sus hermosos vestidos, limpiar los zapatos, peinarlas, preparar las joyas… La pobre Cenicienta acabó agotada. En el momento en el que partieron en carruaje junto a su malvada madre al palacio del príncipe, Cenicienta fue corriendo al sótano para llorar su desdicha.
Pero de pronto, una luz que nació de la oscuridad comenzó a brillar más y más, hasta transformarse en una hermosa hada. «No te asustes, Cenicienta, soy tu hada madrina, y vengo a ayudarte». «Oh, hada madrina, me gustaría ir al baile del palacio, pero no puedo ir, no tengo vestido ni zapatos». «Eso no es problema para mí», le dijo entonces el hada, y sosteniendo con delicadeza su varita mágica, convirtió con un toque los harapos de Cenicienta en un lujoso vestido de hilos de plata, y sus pies de pronto se cubrieron con unos hermosos zapatitos plateados. Su pelo recogido en lindos y pequeños lazos resaltaban mucho más sus preciosos ojos. El hada convirtió después a unos cuantos ratones que corrían por el sótano en caballos, y a una calabaza en un precioso carruaje.
Por último, una lagartija pasó a ser un elegante lacayo. Y así, Cenicienta se transformó de pronto en una hermosa doncella. «Pero ten cuidado, Cenicienta», le advirtió entonces el hada madrina. «Este hechizo finalizará a las doce de la noche. Debes regresar antes a casa, no lo olvides». «Sí, descuida, hada madrina, y muchas gracias por tu generosidad».
Y Cenicienta partió feliz en su espléndido carruaje.
El príncipe estaba cansado de saludar a todas las doncellas que habían acudido al primer príncipe. Todas le parecían iguales, pero en el momento en el que la puerta se abrió y apareció Cenicienta, sintió que su corazón daba un brinco. No había visto a ninguna muchacha tan bella, con una expresión tan dulce y bondadosa. Enseguida fue a buscarla, y estuvieron bailando toda la noche, pero Cenicienta recordó las palabras del hada madrina, y poco antes de las doce se despidió del príncipe.
«Debo irme ya, lo siento mucho». «Dime antes cómo te llamas», preguntó el príncipe.
«No puedo decirlo». «¿Vendrás mañana?». «Sí». Y Cenicienta se subió a su carruaje y se alejó con el corazón lleno de amor y el deseo de regresar al día siguiente.
Las hermanastras y su madrastra no sospecharon nada, puesto que no la habían reconocido.
Así, al día siguiente, volvieron a presentarse para el segundo baile. Cuando se fueron, Cenicienta volvió al sótano, en donde ya le estaba esperando su hada madrina.
«Hoy tengo algo especial para ti».
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