
Descripción de El cuento de Pulgarcito 5n2f1p
El cuento de 'Pulgarcito' es todo un clásico recogido por Charles Perrault, ideal para los niños con poca autoestima, ya que el importante mensaje que transmite es que no importa lo pequeño que seas si tienes coraje, inteligencia y confías en ti y en tus posibilidades. Cualquiera puede hacer sus sueños realidad con esfuerzo y fe. 1u5q3h
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Pulgarcito y sus seis hermanos vivían en una humilde casa, él era el más pequeño de todos, de hecho era tan pequeño, tan pequeño, que sus padres le llamaron Pulgarcito, ya que era del tamaño de un pulgar. Los padres de Pulgarcito eran campesinos, pero llegó una época de sequía y no consiguieron salvar nada de la huerta.
Estaban muy preocupados porque no tenían nada que dar a sus hijos para comer, y un día decidieron dejarlos en el bosque para que otras personas pudieran encontrarlos, pero Pulgarcito, que lo oyó todo, se llenó el bolsillo de piedras pequeñas y según se alejaba con sus padres, fue tirándolas por el camino.
Cuando los niños se quedaron solos, tan solo tuvieron que seguir el camino de las piedras que Pulgarcito había dejado caer para regresar a casa. Los padres de los niños se pusieron muy contentos al verles de nuevo, pero pocos meses después volvieron a estar tan desesperados que decidieron de nuevo dejar a sus hijos en el bosque. En esa ocasión Pulgarcito se llevó pan y fue tirando miguitas por el camino, pero cuando se disponían a seguirlas, se dieron cuenta de que ya no estaban, se las habían comido los pájaros.
Después de andar y andar por el bosque, los niños encontraron una casa y decidieron probar suerte. Pulgarcito y sus hermanos llamaron a la puerta y entonces salió una mujer que les advirtió. Esta es la casa del ogro de las botas de las siete leguas. Si os encuentra aquí cuando regrese, os comerá. Le encantan los niños como cena. Pero Pulgarcito respondió llorando. ¿Y qué más da? No tenemos ningún lugar donde ir y tenemos sed y hambre. La mujer entonces se apiadó de ellos al verles tan cansados y hambrientos y les dejó entrar.
Está bien, os daré algo de comer y os dejaré un lugar para dormir, pero por favor no hagáis ruido porque las siete hijas del ogro, que son tan malvadas como su padre, están durmiendo y si se despiertan estaréis perdidos. Mañana con los primeros rayos del sol tendréis que iros. Pulgarcito y sus seis hermanos asintieron, comieron y después se fueron a dormir donde la mujer les había indicado. Les dio a cada niño un gorro con una borla y se alejó. Todos comenzaron a dormir, menos Pulgarcito, quien se levantó para explorar con mucho cuidado la casa. Pulgarcito descubrió la habitación donde dormían las hijas del ogro. Cada una de ellas llevaba un gorro igual al de los hermanos, solo que no tenían borla.
Y en el sótano descubrió muchísimos sacos llenos de oro y piedras preciosas. Pulgarcito volvió a su habitación. Entonces llegó el ogro, quien empezó a holisquear la entrada y gritó «¡Huele a carne fresca!». La mujer, intentando ayudar a los niños, dijo «se da el viento que viene del sur y trae muchos olores». Pero el ogro no estaba satisfecho con aquella respuesta «¡No me mientas, mujer embustera! ¡Huelo a carne fresca! ¿A quién has dejado entrar? No contestas, no importa, yo mismo los encontraré». Y Pulgarcito, que lo estaba escuchando todo, tuvo una gran idea. Le quitó a sus hermanos los gorros, fue a la habitación de las hijas del ogro y cambió los gorros de las chicas por el suyo y el de sus hermanos, y después regresó a su cuarto.
El ogro subió las escaleras y entró en la habitación de los niños, palpó sus cabezas y dijo «¡Estas son mis hijas!». Así que se fue a la otra habitación en donde estaban durmiendo sus hijas, y al tocar los gorros con las borlas dijo «¡Estos son los intrusos! ¡Y son siete! ¡Qué banquete me voy a dar!». Y sin pensárselo más, se comió a todas sus hijas. Después se quitó las botas de las siete leguas y se echó a dormir. En cuanto Pulgarcito comenzó a escuchar los ronquidos del ogro, despertó a sus hermanos. «¡Rápido, debemos irnos!». Todos los hermanos se fueron corriendo, pero al día siguiente, al descubrir el ogro la verdad, salió enfurecido al bosque para encontrar a los niños.
Cansado de tanto correr, se paró a descansar al lado de donde estaban los niños. Pulgarcito dijo a sus hermanos que se fueran, y él, que era tan pequeño que cabía en las botas del ogro, se metió en una de ellas y de unas grandes zancadas llegó hasta la casa del ogro. Llamó a la puerta, y al abrir la mujer, le dijo «¡Corre, corre! ¡Tienes que darme todo el oro y piedras preciosas que tengas! ¡Unos bandidos han apresado al ogro, y si no se las llevo, le matarán!». La mujer, asustada, le entregó todas las riquezas que tenía, y Pulgarcito se alejó gracias a la bota de siete leguas a gran velocidad.
Enseguida llegó a la casa de sus padres, a quienes les pudo entregar todo el oro y las piedras preciosas. Sus padres se pusieron muy contentos al verle de nuevo, y gracias a su inteligencia, consiguieron vivir tranquilos el resto de su vida.
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